I. Proceso de diseño de la rúbrica: fundamentos, fases y decisiones estratégicas
El diseño de esta rúbrica responde a una necesidad central en la Formación Profesional actual: pasar de un instrumento de calificación estática a una herramienta de aprendizaje estratégico que acompañe al alumnado en su tránsito hacia la competencia profesional integral. No se trata de puntuar productos, sino de trazar un itinerario formativo donde cada criterio exprese un área de crecimiento profesional vinculada a la práctica real de la Integración Social.
El proceso se estructuró en tres fases: conceptualización, ponderación y validación pedagógica. En la primera, se definieron los principios que orientan la evaluación, basados en la LOMLOE y en el Real Decreto 659/2023, que establecen la formación competencial y la conexión entre teoría y práctica. El principio rector fue entender la evaluación como guía de mejora continua, donde el error y la revisión forman parte del proceso de aprendizaje. De ahí que se buscara una rúbrica con descriptores claros, lenguaje operativo y progresión gradual desde lo básico hasta la excelencia.
En la segunda fase, se analizaron las competencias específicas del perfil profesional de Integrador/a Social y del ámbito de Formación y Orientación Laboral, con el fin de traducirlas a dimensiones evaluables. Cada dimensión debía reflejar un eje de desempeño profesional: rigor conceptual, impacto social, capacidad innovadora, profundidad analítica, gestión colaborativa, comunicación efectiva y uso ético de la tecnología. A partir de este análisis, se establecieron los nueve ejes finales:
Base y metodología (25 %): representa el pilar estructural del trabajo, donde se demuestra la capacidad de fundamentar teóricamente las propuestas, mantener coherencia metodológica y respetar los criterios normativos. Este bloque concentra el peso principal, dado que sin una base sólida no hay transferencia profesional válida.
Impacto y contexto (15 %): mide la comprensión del entorno, los destinatarios y la viabilidad ética de las intervenciones. En Integración Social, el análisis contextual no es accesorio: es la condición de posibilidad de toda actuación eficaz.
Innovación ética (10 %): se valoran la creatividad, la originalidad y la aplicación crítica de la tecnología, especialmente la inteligencia artificial. Se pretende formar profesionales capaces de innovar con conciencia, no con automatismo.
Dominio y profundidad (15 %): evalúa el conocimiento global, la argumentación y la capacidad de transferir aprendizajes. Supone medir el pensamiento sistémico y la madurez profesional.
Interacción, deliberación y proceso (10 %): reconoce la gestión de roles, la resolución de conflictos y la disidencia constructiva en equipos de trabajo. Este criterio introduce una visión dialógica del aprendizaje cooperativo, propia de los entornos de FP actual.
Comunicación formal (7 %): contempla la claridad expositiva, el dominio del lenguaje técnico y el uso funcional de recursos visuales. El objetivo no es la estética sino la eficacia comunicativa.
Competencia lingüística y esfuerzo plurilingüe (6 %): incorpora la dimensión plurilingüe como indicador de apertura profesional y esfuerzo personal, reconociendo el valor de expresarse en una lengua no materna.
Transformación digital (6 %): evalúa el uso estratégico y ético de las TIC e IA, atendiendo a la trazabilidad, la autoría y la protección de datos.
Sostenibilidad e impacto social (6 %): valora la integración de criterios ambientales, sociales y económicos, vinculados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La tercera fase consistió en ajustar las ponderaciones para garantizar proporcionalidad entre rigor teórico y competencia práctica. Se optó por una estructura de equilibrio mixto: un 50 % de la nota procede de la solidez conceptual y metodológica, y el otro 50 % se distribuye entre innovación, comunicación, ética, sostenibilidad, digitalización y lengua. El objetivo era reflejar la pluralidad de competencias que configuran el perfil profesional de la FP moderna.
Cada criterio fue traducido a cuatro niveles de desempeño (1 a 4), redactados con descriptores narrativos y observables. El lenguaje de la rúbrica se cuidó especialmente: debía ser comprensible para estudiantes, pero riguroso para el profesorado. Se eliminaron tecnicismos innecesarios y se sustituyeron las expresiones evaluativas genéricas (“bueno”, “excelente”) por formulaciones concretas que describen conductas o evidencias (“documenta acuerdos y disidencias justificadas”, “integra referencias actuales de manera crítica”). Esta decisión responde al principio de transparencia, asegurando que la rúbrica sea una guía formativa, no un juicio arbitrario.
El formato final en Excel se concibió como una herramienta interactiva: cada criterio dispone de un desplegable con sus descriptores completos, una fórmula de cálculo ponderado y un campo para observaciones. Este modelo favorece la evaluación compartida, permite coevaluaciones entre pares y facilita la retroalimentación continua. Además, se puede utilizar en defensa oral, dado que el propio estudiante puede ir argumentando sus decisiones al mismo tiempo que visualiza sus resultados.
En síntesis, la rúbrica final no es solo un instrumento de evaluación, sino un mapa de aprendizaje. Su diseño articula rigor, inclusión y prospectiva, tres pilares que conectan la formación profesional con la ciudadanía digital y el compromiso social.
La incorporación de los criterios de digitalización, sostenibilidad y plurilingüismo asegura que la evaluación esté alineada con los retos contemporáneos de la educación europea: formar personas críticas, tecnológicamente competentes y culturalmente abiertas.
II. Innovaciones y aportaciones del modelo de rúbrica: integración ética, lingüística y tecnológica
El diseño final de esta rúbrica no se limita a compilar criterios evaluativos, sino que introduce cuatro innovaciones conceptuales que redefinen el sentido de la evaluación en el ámbito de la Formación Profesional. Estas innovaciones son: la incorporación del pensamiento creativo y ético en la innovación (criterio 3), la deliberación como competencia evaluable (criterio 5), el enfoque plurilingüe (criterio 7) y la inclusión explícita de la transformación digital y la sostenibilidad como criterios independientes (criterios 8 y 9).
La inclusión del criterio “Innovación ética” transforma la evaluación del pensamiento creativo. No se trata de valorar la novedad por sí misma, sino la capacidad de innovar con conciencia: analizar impactos, asumir límites y aplicar la tecnología (en especial la inteligencia artificial) con trazabilidad y control humano. Este principio deriva directamente de la Estrategia Europea de Inteligencia Artificial (2021) y de las Directrices éticas para una IA fiable elaboradas por la Comisión Europea, que establecen la necesidad de desarrollar proyectos “explicables, supervisables y orientados al bien social”.
Este criterio integra tres subniveles de uso legítimo de la IA:
Prototipado rápido: uso de herramientas generativas para elaborar borradores o estructuras iniciales.
Análisis crítico: utilización de la IA para detectar incoherencias o sesgos en los textos.
Refinamiento ético: empleo de la IA para mejorar la claridad o accesibilidad del discurso, documentando siempre la intervención de la herramienta.
El criterio 3, por tanto, premia el dominio reflexivo, no el dominio técnico: reconoce la iteración, la mejora y la autoría consciente.
El criterio “Interacción, deliberación y proceso” (10 %) introduce un enfoque pionero en la evaluación de la FP. La disidencia ya no se considera un obstáculo, sino un indicador de madurez profesional. Este criterio evalúa la capacidad del grupo para gestionar conflictos, justificar decisiones divergentes y documentar los desacuerdos de forma constructiva.
Durante la presentación oral, se promueve incluso la posibilidad de expresar un “voto particular”, figura tomada del lenguaje jurídico, para evidenciar el razonamiento individual dentro del consenso grupal. De este modo, la rúbrica convierte el proceso de trabajo en un espacio de aprendizaje democrático, alineado con las competencias sociales y cívicas definidas en la LOMLOE.
El nuevo criterio 7 representa una de las aportaciones más innovadoras del modelo. Su propósito no es evaluar la corrección formal del discurso, sino el esfuerzo consciente por utilizar una lengua distinta a la materna —ya sea el valenciano o el inglés— durante la exposición o el trabajo escrito. Este cambio conceptual desplaza el foco de la lengua como norma hacia la lengua como práctica cultural y profesional.
La formulación de este criterio responde a tres fundamentos normativos y pedagógicos:
La LOMLOE (2020), que en su artículo 6 define la competencia comunicativa como una habilidad para “interactuar de forma adecuada y eficaz en distintas lenguas y contextos”.
El Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCER), que concibe el plurilingüismo como la capacidad de movilizar repertorios lingüísticos diversos para alcanzar objetivos comunicativos, sin exigir perfección formal.
El criterio 7 se fundamenta así en la pedagogía del esfuerzo lingüístico, que premia la actitud, la flexibilidad y la apertura. Los descriptores del nivel “Excelente” no aluden a la gramática, sino a la naturalidad y fluidez intercultural. En un contexto de Integración Social, esta dimensión adquiere una relevancia profesional evidente: el integrador o integradora social debe ser capaz de comunicarse en entornos multilingües y mostrar empatía hacia las diferencias culturales.
Además, este criterio se conecta con la competencia inclusiva del máster de formación del profesorado, que promueve valorar los procesos de aprendizaje más que los resultados inmediatos. El uso del valenciano o del inglés, aunque imperfecto, se entiende como muestra de compromiso con la diversidad lingüística y con el entorno social.
Aunque la digitalización y la sostenibilidad son principios transversales en todos los módulos de FP, en esta rúbrica se decidieron tratar como criterios independientes (6 % cada uno) para evitar su invisibilidad. Esta decisión parte de una reflexión crítica: lo transversal tiende a diluirse. Al convertirlos en dimensiones autónomas, se garantiza su evaluación explícita y se refuerza su función formativa.
El criterio de Transformación digital se centra en la competencia ética y crítica frente a las TIC: se valora la trazabilidad, la autoría y la protección de datos, en coherencia con el Marco de Competencia Digital Docente 2022.
El criterio de Sostenibilidad e impacto social, por su parte, integra los tres pilares de la Agenda 2030 —ambiental, social y económico—, promoviendo la capacidad de anticipar efectos y diseñar acciones mitigadoras.
El resultado final es una rúbrica que no solo mide competencias, sino que enseña a pensar profesionalmente. La interacción entre criterios (innovación ética, deliberación, plurilingüismo, sostenibilidad y digitalización) genera un modelo de aprendizaje integral, donde el alumnado aprende a diseñar, comunicar y defender proyectos desde la responsabilidad y la diversidad.
En definitiva, esta rúbrica representa una síntesis pedagógica entre rigor académico, apertura cultural y ética profesional. Cada criterio es, a la vez, un espejo y una guía: muestra dónde se está y hacia dónde avanzar. Su espíritu no es calificativo, sino formativo. La inclusión del esfuerzo plurilingüe, la deliberación argumentada y la innovación ética marca un cambio de paradigma: la evaluación deja de ser un cierre y se convierte en una conversación educativa con sentido.
El uso de herramientas de inteligencia artificial generativa en el desarrollo de esta rúbrica y de los materiales asociados se ha realizado conforme a los principios de integridad académica, transparencia metodológica y autoría supervisada, de acuerdo con las orientaciones establecidas en la guía UniversitatIA.
1. Finalidad pedagógica y no sustitutiva
La IA se ha utilizado exclusivamente como instrumento de apoyo al razonamiento y a la organización del conocimiento, nunca como sustituto del pensamiento crítico ni de la autoría intelectual del estudiante.
Las funciones concretas han sido:
Generación inicial de borradores estructurados.
Refinamiento lingüístico y mejora de la coherencia argumentativa.
Revisión formal de la terminología académica.
Automatización de cálculos en hojas de evaluación.
En ningún caso la IA ha tomado decisiones evaluativas, emitido juicios personales ni aportado contenido no validado por el autor.
2. Supervisión y control humano del proceso
Cada salida generada ha sido revisada, corregida y contrastada manualmente, garantizando el control humano de todo el contenido final.
El autor ha documentado el proceso de iteración, describiendo las decisiones tomadas, los ajustes realizados y las razones pedagógicas que justifican cada uso.
3. Trazabilidad y transparencia
Todas las intervenciones de la IA se consideran colaboraciones técnicas trazables, no coautorías intelectuales.
El trabajo mantiene registro verificable de:
Las herramientas empleadas.
Las instrucciones (prompts) utilizadas.
Las modificaciones y decisiones adoptadas posteriormente.
Esta trazabilidad garantiza el principio de explicabilidad exigido por la Estrategia Europea de IA.
4. Ética y responsabilidad
El uso de IA se ha regido por principios éticos:
Autonomía humana: la IA asiste, pero no decide.
Fiabilidad técnica: los resultados son revisados y validados.
Transparencia: se informa explícitamente de su intervención.
Responsabilidad académica: la autoría final recae sobre el estudiante.
Asimismo, se ha evitado la generación o reproducción de sesgos, estereotipos o datos sensibles no verificables.
5. Valor añadido educativo
La integración de IA en este trabajo tiene un propósito formativo: fomentar la competencia digital crítica del profesorado y del alumnado de FP, desarrollando la capacidad de usar herramientas de IA con criterio ético, rigor metodológico y consciencia de autoría.
Este enfoque está alineado con las directrices europeas de AI Literacy y con los principios de la LOMLOE sobre aprendizaje competencial, pensamiento crítico y uso responsable de la tecnología.